sábado, 3 de marzo de 2012

El error

Comencé a caminar con la mente en blanco para volver a casa aunque claramente no era mi intención esa noche. Como era de esperarse, termine haciendo escala en donde, desde hace meses, paraba. Mi perversa mente empezó a fraguar un plan siniestro en mi contra en cuanto vio la familiar escena. Ahí estaba él, tan frio e indiferente como siempre… Ignorándome.

Como buena actriz, no podía darme el lujo de permitir que la compasión de los demás me alcanzara, por eso mismo con mi mejor sonrisa jugueteaba con ellos para no levantar sospechas de que aquello estaba desgarrándome lentamente. Fue entonces que uno de ellos le dio el pie perfecto a mi maquiavélica cabeza. Sabía perfectamente la ruta que emprenderían ambos, entre ellos mi gélido Romeo, & casualmente su recorrido se acoplaba magníficamente a la mía.

Avance en silencio con ellos por unos metros hasta que vi que Romeo huía en dirección contraria a la que siempre utilizaba, eso me desanimo. Ahora estaba a solas con su amigo.

No había captado las oscuras intenciones en la invitación a la que acepte dubitativa. Proseguimos nuestra ruta pero nada de lo que había imaginado estaba pasando, ni iba a pasar. Las conversaciones fueron aleatorias pero siempre rondando el tema de las relaciones. Me parecía sospechoso que preguntara tanto sobre que pasaba con mi distante Romeo en la actualidad, pero no le preste atención a las alertas que mi intuición daba & respondía ingenuamente. El alcohol empezó a aparecer en escena & en cuanto este apareció mi razón fue desvaneciéndose. Pronto ambos nos encontraríamos bastante mareados, diciendo boberías pero con la suficiente coherencia. No paso mucho para que él se abalanzara sobre mi cual predador sobre su presa, tonta & débilmente caí en la trampa. Pronto nos estábamos escapando de aquel lugar con tanta gente, dos amantes sufridos & rendidos ante el retorcido juego de los licores.

Al llegar a su casa, nos sorprendieron las que menos esperábamos que estuvieran. Ahí estaban viéndonos con ojos prejuiciosos pero que no se equivocaban, sus inquisidores pensamiento azotaron pronto mi juicio & me sentí un poco inhibida pero eso no lo detuvo a él. Poco le importo su “amigo” pero tengo que admitir que yo contribuí a que eso pasara, argumentando que no éramos, ni fuimos nada & que además yo nunca le importe ni una pizca a mi insensible Montesco & que eso era poco probable que cambiara…


Así fue como lo que había planeado se desvirtuó totalmente & se convirtió en un error, un GRAN error & no supe identificarlo hasta después de que casi paso pero que no llego a concretarse…

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